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Herederos de Batista? Mejor que herederos de Stalin

El ministerio de Relaciones Exteriores emitió una declaración en la que calificó como “herederos políticos de Fulgencio Batista” a los cubanos que promueven un cambio político en la isla.

Pero si de herencias se trata, de quién es heredero el castrismo? Su auténtica herencia no es otra que la del estalinismo soviético, un legado que resultó mucho más destructivo que cualquier resquicio de la era batistiana.

Fulgencio Batista gobernó Cuba durante dos períodos distintos, primero entre 1940 y 1944 como presidente electo y luego tras el golpe de Estado de 1952 que duró hasta 1959.

Durante su primer mandato, Cuba vivió una etapa de consolidación institucional con la implementación de la Constitución de 1940, una de las más avanzadas de América Latina en su época. Sin embargo, su regreso al poder en 1952 marcó el inicio de una etapa marcada por la inestabilidad política. A pesar de ello, la economía cubana se mantuvo fuerte, con un crecimiento sostenido en sectores clave como la agricultura, la industria azucarera y el turismo.

El castrismo, en contraste, ha implantado un modelo que replica fielmente el sistema Estalinista de control absoluto. Mientras el gobierno de Batista duró siete años en su segunda etapa, el castrismo ha perdurado por más de seis décadas. Esta diferencia de tiempo no es un simple dato anecdótico; es la diferencia entre un govierno autoritario y un totalitarismo que ha moldeado a Cuba bajo el esquema estalinista.

Uno de los mecanismos fundamentales de Stalin para asegurar su dominio fue la eliminación sistemática de toda disidencia política, utilizando campañas de difamación y purgas masivas que enviaban a sus opositores a gulags o los condenaban a muerte tras juicios sumarios.

Fidel Castro aplicó estos métodos desde el inicio de su gobierno. En 1961, el castrismo consolidó el modelo de partido único y convirtió cualquier expresión de oposición en un crimen contra la revolución. Las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), establecidas en 1965, se inspiraron en los campos de trabajo forzado soviéticos y fueron utilizadas para reprimir a religiosos, homosexuales y a cualquier persona considerada “antisocial”.

La propaganda estalinista construyó un culto a la personalidad alrededor de Stalin, presentándolo como un líder infalible cuya voluntad debía ser obedecida sin cuestionamientos.

En Cuba, Fidel Castro adoptó esta estrategia y se convirtió en el único portavoz legítimo del Estado, realizando discursos interminables donde dictaba la política económica, social y cultural del país.

Este modelo de liderazgo absoluto se prolongó tras su muerte, con la sucesión dinástica de Raúl Castro y luego con Miguel Díaz-Canel, en un esquema similar al de la jerarquía soviética, donde el poder se transmitía dentro de la élite del Partido Comunista por designios.

Previo a 1959 ya florecia en Cuba una clase media creciente, con libre acceso a bienes y servicios, y tecnologías, gozando de exelentes relaciones económicas y diplomáticas con todos los países del mundo, especialmente con EE.UU. Nuetra querida Habana era una de las ciudades más desarrolladas de América Latina, con una infraestructura modernizada y un nivel de vida que superaba al de muchos países de la región.

El castrismo destruyó este modelo al nacionalizar todas las empresas, eliminar la propiedad privada y establecer un sistema económico que, al igual que en la Unión Soviética, resultó en ineficiencia, escasez y colapso financiero.

Los Comités de Defensa de la Revolución, creados en 1960, han cumplido la misma función que los informantes de la NKVD en la URSS: vigilar a los ciudadanos, denunciar cualquier actividad sospechosa y garantizar la obediencia al Estado. En la Cuba de Batista no había un aparato de vigilancia vecinal que penetrara todos los aspectos de la vida cotidiana como el que instauró el castrismo.

Por otro lado el Departamento de Seguridad del Estado (DSE), o el G2, encuentra su analogía con la KGB , la policía política sovietica que aterrorizó a Europa del Esta por casi medio siglo, en cuyas filas se formaron la mayoría de los agentes y oficiales cubanos.

Durante el gobierno de Batista, los cubanos tenían plena libertad para viajar y establecerse en el extranjero, lo que permitía el flujo de inversiones y el intercambio cultural con otros países. L cubano “heredero de Batista” no emigraba. En cambio, el castrismo desde sus inicios convirtió la emigración en un delito, restringiendo la libertad de movimiento de los cubanos incluso debtro de la isla, y utilizó el éxodo como un mecanismo de purga social, permitiendo la salida de disidentes solo en oleadas controladas, como el Mariel en 1980 o la crisis de los balseros en 1994 generado una diáspora de más de dos millones de cubanos, muchos sin la posibilidad de regresar.

Cada vez que el castrismo acusa a sus opositores de ser “batistianos”, demuestra su desesperación por mantener el control. En realidad, quienes rechazan el régimen actual no buscan volver a Batista, sino avanzar hacia un futuro democrático. Sin embargo, la comparación es inevitable. El castrismo ha causado más pobreza que Batista, convirtiendo a Cuba en un país dependiente de subsidios extranjeros primero de la URSS y luego de Venezuela. Ha generado más represión, con miles de presos políticos y exiliados a lo largo de seis décadas. Ha destruido la identidad nacional, imponiendo una ideología extranjera que nada tiene que ver con la historia cubana.

Por eso, cuando muchos cubanos afirman que “mejor batistiano que estalinista”, no están defendiendo a Batista, sino señalando que su gobierno permitía más libertades que la maquinaria totalitaria que implantaron los Castro.

El pueblo cubano no quiere regresar a 1958, pero tampoco quiere seguir atrapado en el modelo de 1959. La lucha no es por restaurar el pasado, sino por construir el futuro de Cuba.

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