A 126 años de la caída en combate -suicidio para Guillermo Cabrera Infante– de José Martí, el gobernante partido comunista, que ya borró a Marx, Engels y Lenin de sus representaciones simbólicas, insiste en querer legitimar su condición de único y hegemónico con una supuesta vocación totalitaria del Apóstol de Cuba, al que usa y manipula en función de la urgencia política.
Fidel Castro elaboró una teoría absurda para justificar su alergia a la democracia y la prosperidad, argumentando que Martí había fundado un solo partido para luchar por la independencia frente a España, desconociendo de un plumazo las prevenciones martianas sobre totalitarismo y aprovechándose de la incultura política e histórica de la mayoría de los cubanos, que conocen al héroe a retazos inflamados por la propaganda oficial.
Aunque las consecuencias de un sistema de partido único están a la vista de cubanos y extranjeros en todos los rincones de Cuba, incluida La Habana, ciudad natal del Apóstol, asediada por el general deterioro, la pobreza, la enfermedad y el coronavirus.
Si el castrismo hubiera seguido la prédica martiana, Cuba sería una nación libre y próspera, en vez de la actual ruina flotante, que cruje al vaivén de la vieja carreta totalitaria, que exterminó riqueza y soberanía, dos de las apuestas de José Martí.
El Apóstol de Cuba está mal citado, ensalzado en medios de comunicación estatales y alternativos, pero mal leído por la mayoría de sus compatriotas, especialmente las nuevas generaciones, desconocedores de su pensamiento, aciertos y errores y de su vindicación de la patria.
Una de las pruebas más evidentes del desprecio castrista a José Martí es la designación de Yusuam Palacios como presidente del oficialista Movimiento Juvenil Martiano y diputado por Sagua de Tánamo, en Holguín, cuya frase más reconocida fue asegurar que los cubanos alcanzaron la libertad el 1 de enero de 1959, en respuesta al discurso del presidente Barack Obama, en La Habana.
Quizá el juvenil Palacios no haya leído aún este pensamiento martiano: “¿A qué declamar en vano sobre la imposibilidad absoluta de un progreso, sin que antes se determinen, de un modo fijo, la legislación política y civil, en armonía con las cuales, el progreso necesario se ha de hacer? ¿A qué decir que con leyes vacilantes e inciertas, incierta y vacilante ha de ser, forzosamente, la situación del país que rijan?”
O contando la fiesta de Tultepec (México), admira: “Allí cada casa tiene jardín, y cada jardín da a un campo de magueyes: Unos son naturalmente mayores que otros; pero la riqueza está bien dividida, el trabajo está garantizado, el comercio está protegido, y el hambre y la miseria no tienen nada que hacer en aquel pueblo”.
Y su coherencia es clara, cuando en una circular a clubes del Partido Revolucionario Cuba, establece que: “No se pondrá en agonía a los pobres, para ellos ha de ser principalmente la libertad, porque son los más necesitados de ella, y no se les ha de agobiar en nombre de ella”
Y sobre su supuesta vocación totalitaria de partido único, mera invención oportunista del castrismo, el Apóstol de Cuba lo dejó claro:
“Nada es tan justo como la democracia en acción”; avisa: “Partido cacareador, partido flojo”, remata: “El que milita ardientemente,en un bando político o filosófico, escribirá su libro de historia con la tinta del blando”; y concluye: “La libertad no es una bandera a cuya sombra los vencedores devoran a los vencidos y los abruman con su incansable rencor, la libertad es una loca robusta que tiene un padre, el más dulce de los padres, el amor; y una madre, la más rica de las madres, la paz”.
Cualquiera de esos enunciados son carne de leyes cubanas actuales como las 88, 349 y 370, que permiten al gobierno arrestar y condenar a cubanos por expresar sus ideas, criticar acciones ejecutivas y el mal funcionamiento de la economía y los servicios, incluidas las redes sociales.
Como resulta inasumible esta advertencia martiana: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno”.
Pero a fuerza de repetir solo la segunda oración, el castrismo provocó aquel chiste del padre asombrado ante la severa maestra de su hijo, que lo mandó a buscar porque su pequeño ignoraba que el Apóstol había muerto: ¡No joda, maestra, que Martí se murió!