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La Constitución cubana aprobada en febrero de 2019 con la llegada de una nueva generación de líderes ha traído cambios en el sistema y en la formación del Gobierno. Cuba tenía que elegir, por primera vez en 40 años, a su primer ministro.
Muchos en la sociedad cubana esperaban que la decisión histórica que iba a tomar el presidente Miguel Díaz-Canel tuviera un doble mensaje: elegir a una mujer y que fuera mestiza. Todo un símbolo de igualdad en un país con niveles de machismo y racismo muy elevados y que el presidente lo tenía a mano: con su vicepresidenta Inés María Chapman, el único nombre femenino en una quiniela de posibles líderes.
De hecho, la vicepresidenta, ingeniera hidráulica, había asumido en los últimos meses tareas de representación en el exterior, como su participación en la IX Cumbre de la Asociación de Estados de África, el Caribe y Pacífico, este mismo mes de diciembre.
Sin embargo, Díaz-Canel ha apostado por una elección en espejo, continuista, que le da Manuel Marrero, hombre, blanco y nacido y crecido en el régimen y experto en la mayor potencia de la isla: la industria turística.
El hasta ahora ministro cubano de Turismo, en el cargo desde 2004, se convirtió el pasado 21 de diciembre en el primer ministro del país desde 1976, cuando el propio Fidel Castro eliminó el cargo para evitar duplicidades en la idea de poder absoluto que necesitaba el régimen.
Muchos analistas han visto en la decisión de Díaz-Canel un intento de controlar al primer ministro y evitar una figura política ascendente, con presencia propia y que pudiera hacer sombra al presidente en algún momento.
De hecho, Manuel Marrero es el ministro que más tiempo ha permanecido en su cargo y ha contado en su carrera con el beneplácito de los tres presidentes cubanos: fue elegido por Fidel Castro en 2004; ratificado por su hermano Raúl cuando asumió la presidencia y siguió en su cartera con Miguel Díaz-Canel.
Arquitecto de profesión, el veterano funcionario es uno de los pocos “supervivientes” del aparatich cubano que todavía sigue en el poder, ascendiendo desde la base como el propio Díaz-Canel. De hecho, Marrero aún conserva la barba poblada que el propio Ficel Castro convirtió en un símbolo de la revolución cubana.
Carismático, elocuente y accesible, Marrero, además, tiene una presencia frecuente en los medios de comunicación de la isla -todos estatales-, algo poco usual para un ministro cubano, pero siempre sin salirse ni un milímetro del mensaje de Presidencia.
Sin embargo, su nombre no estaba en ninguna de las quinielas que manejaba la calle donde sí se habían ubicado algunos vicepresidentes como la propia Inés María Chapman o Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, exyerno de Raúl Castro.
Su nombramiento, a propuesta única de Díaz-Canel que buscaba en este puesto a alguien que descargara al presidente de gestiones internas, cayó como una bomba en el Parlamento donde fue aprobado por unanimidad.
En su aval, el presidente cubano destacó su “honestidad, capacidad de trabajo y fidelidad al Partido y a la Revolución”. Pero también cuenta, y mucho, su gestión al frente del motor de la economía de la isla y la segunda fuente de ingresos, tras la exportación de servicios profesionales, el turismo.
“Tiene una rica experiencia en negociación con contrapartes extranjeras”, alabó el propio Díaz-Canel.
Pero también influye la confianza que tiene Díaz-Canel en que no se va a consolidar en ningún momento como un contrapoder al propio presidente, aunque sea como figura emergente política, puesto que su edad, formación y cultura de partido, lo marca como uno de sus apoyos más fieles.
Durante su gestión se produjo el “boom” del turismo cubano en coincidencia con el “deshielo” con EEUU, que entre 2015 y 2016 trajo al país caribeño a miles de estadounidenses, curiosos por conocer la otrora isla prohibida.
Tras el viraje en la política de Washington hacia la isla, el endurecimiento de las restricciones de viajes y las nuevas medidas dirigidas a dañar el turismo cubano, Marrero se encargó él mismo de liderar las delegaciones del país a eventos y ferias para promover el destino Cuba por todo el mundo.
Inés María Chapman se ha tenido que conformar ser elegida como viceministra Primera, en el mismo acto que ascendió Manuel Marrero.