Las recientes imágenes de ancianos desnutridos y abandonados en el Hospital Docente Mártires de Mayarí, en Holguín, han conmocionado a la opinión pública. Estos pacientes, atados a sus camas, desnudos y sin siquiera una sábana que los cubra, reflejan la cruda realidad de un sistema de salud en colapso. Mientras tanto, el gobierno cubano parece vivir en una burbuja de opulencia, destinando recursos a eventos lujosos y proyectos turísticos que poco o nada aportan al bienestar de la población.
En medio de una crisis económica sin precedentes, caracterizada por una inflación galopante y una escasez alarmante de alimentos y medicinas, las prioridades gubernamentales resultan, cuanto menos, insultantes. La celebración del Festival del Habano en El Capitolio de La Habana es un claro ejemplo de esta desconexión. Mientras el país enfrenta apagones masivos y carencias básicas, la élite se congrega para celebrar la exclusividad del tabaco cubano en un evento que dista mucho de las penurias cotidianas del ciudadano común.
¿De los humildes, por los humildes y para los humildes? ¡No jodan!
El festival estuvo marcado por el derroche y la ostentación. Luces brillantes iluminaron el evento mientras gran parte de la isla se encontraba en la oscuridad por los constantes apagones. Se sirvieron bebidas de lujo y se degustaron habanos exclusivos en un ambiente que evocaba la Cuba de los años 50, la misma época que el régimen «revolucionario» tanto ha criticado. Para completar el espectáculo, una cantante amenizó la velada con un estilo reminiscente de aquellos tiempos, dejando en claro que la doble moral del gobierno no conoce límites.
Pero lo más indignante fue la presencia del abogado Manuel Anido, hijo de Lis Cuesta y “asesor” e hijastro de Miguel Díaz-Canel. Su participación en el evento solo confirma la desconexión total del régimen con la realidad de los cubanos. Mientras las familias luchan por conseguir un plato de comida, la élite disfruta de fiestas exclusivas en un lujo inalcanzable para la mayoría.
La desconexión entre el discurso oficial y la realidad palpable en las calles es abismal y ofensiva.
La primera dama, Lis Cuesta, ha defendido públicamente la realización de estos eventos de lujo, argumentando que «forman parte de la identidad nacional y no pueden ser suspendidos». Esta afirmación resulta una burla para quienes no tienen qué llevar a sus mesas o deben soportar condiciones infrahumanas en centros de salud desprovistos de lo más básico. La desconexión entre el discurso oficial y la realidad palpable en las calles es abismal y ofensiva.
¿Se hizo la revolución por los humildes? Pues bien, aquellos que la hicieron se convirtieron en todo lo que decían que iban a acabar. Se convirtieron en una élite que vive en lujo mientras el pueblo se muere de hambre en hospitales que asustan. ¿Y para los humildes? Bien, gracias, se olvidaron de ellos y hoy ya no son humildes, estamos peor que nunca somos muy pobres, estamos en la ruina, viviendo en condiciones inhumanas. Las promesas vacías de la dictadura solo nos llevaron a esto.
El régimen tiene que cambiar completamente, o todos tienen que irse. Con cada día que se resistan al cambio, aumentan las posibilidades de terminar todos en Rusia con su gran amigo Putin, como mismo terminó Bashar al-Ásad.
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