El exjefe de gabinete de Trump, John Kelly, hizo la misma afirmación que la izquierda ha estado haciendo contra Trump desde el principio y que ha ido intensificando en las últimas semanas: que Trump es un fascista, lo que lo compara con Adolf Hitler.
La parte más inquietante de la declaración de Harris es cómo difama no sólo a Trump sino también a todos los que lo apoyan.
Harris aprovechó la oportunidad para utilizar este material para su campaña, afirmando que Trump quería “generales como los que tenía Adolf Hitler”, implicando que desea un ejército leal a él y no a la Constitución. Esta acusación no sólo carece de fundamento sino que también es un insulto directo al concepto mismo de la lealtad del ejército estadounidense a la Constitución, un principio que nos diferencia de los regímenes autoritarios.
Seamos claros: en Estados Unidos, nuestro ejército promete lealtad a la Constitución, no a ningún individuo. Los miembros del servicio prestan juramento de defender la Constitución y pueden rechazar órdenes ilegales. Creo que Kelly fue despedida por Trump y que este truco de relaciones públicas en la campaña de Harris es su lamentable intento de buscar venganza por su orgullo lastimado.
Si Trump realmente hubiera dicho tal cosa, Kelly, como jefe de gabinete, habría tenido el deber de presentarlo ante el pueblo estadounidense de inmediato. ¿Por qué nos enteramos de esta afirmación años después? ¿Por qué esperar hasta 2024 en medio del creciente pánico electoral de los demócratas? Claramente, esto es sólo otra táctica de campaña sin ninguna evidencia que lo corrobore.
Harris sugiere que Trump “abandonaría la Constitución” y lo acusa de difamar a sus compatriotas estadounidenses como “el enemigo interno”. Pasa por alto que Trump, al igual que Abraham Lincoln, ha utilizado “el enemigo interno” para describir las amenazas internas. “Si la destrucción es nuestra suerte”, advirtió Lincoln, “debemos ser nosotros mismos su autor y consumador”.
En otras palabras, la verdadera amenaza proviene del abandono de los valores fundamentales de la nación. Muchos estadounidenses, independientemente de su afiliación política, temen que fuerzas internas estén desintegrando al país. Harris es el títere de esas fuerzas.
La parte más inquietante de la declaración de Harris es cómo difama no sólo a Trump sino también a todos los que lo apoyan. Afirma que Trump perseguiría a cualquiera que no esté de acuerdo con él, una acusación descaradamente falsa. En realidad, su propio partido y la maquinaria detrás de su campaña han estado censurando y silenciando a quienes desafían su narrativa. Si cuestionaba la seguridad y eficacia de las vacunas contra el COVID y los confinamientos, planteaba preocupaciones sobre la integridad de las elecciones o criticaba la puerta giratoria entre las grandes farmacéuticas, las grandes empresas alimentarias y la FDA, se convertía en blanco de la censura. Por eso apuntan a figuras como Elon MuskTulsi Gabbard y Robert F. Kennedy Jr., quienes desafían abiertamente su agenda.
La retórica de Harris cruza una línea. Se siente perfectamente cómoda diciendo mentiras descaradas, sin importar sus repercusiones, siempre que beneficie a su campaña. Si se lo hizo a Trump, te lo hará a ti. Si la máquina va tras Elon, Tulsi y RFK Jr., irá tras ti.
Esta temporada electoral no se trata sólo de Trump y sus aliados. Se trata de si daremos poder a la misma maquinaria política que ha trabajado activamente para desacreditarlo y silenciarlo durante cuatro años más. La decisión es suya el 5 de noviembre.
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By Glenn Beck