
La industria del turismo no es un renglón económico sino un esquema de enriquecimiento de la élite castrista sobre la espaldade una la población que vive en la miseria. A pesar de que el régimen lo presenta como el motor de la economía nacional, la realidad es que los ingresos del turismo no se traducen en mejoras para los cubanos, sino que engrosan las arcas personales de la cúpula militar que controla la industria.
El complejo turístico cubano está dominado por GAESA, el conglomerado empresarial de las Fuerzas Armadas, que maneja la mayoría de los hoteles, agencias de viajes, restaurantes y comercios vinculados al turismo. A través de empresas como Gaviota, Cubanacán y Habaguanex, los militares controlan cada dólar que entra al país por esta vía. No es casualidad entonces que históricamente se les prohibiera el acceso a los cubanos de a pie a estos hoteles de lujo, relegados a sobrevivir con salarios miserables, un sistema de abastecimiento colapsado y una industria de la construcción inexistente, causa fundamental de la crisis de vivienda permanente que azota al país.
En 2024, el 37,4% de la inversión estatal se destinó al turismo y la hostelería, once veces más que el presupuesto combinado destinado a sectores básicos como el de la Salud y y la Educación. Todo esto ocurre en un país donde los hospitales carecen de insumos, las escuelas están en ruinas y la escasez de alimentos alcanza niveles críticos.
Sin embargo, a pesar de las millonarias inversiones, el sector turístico cubano continúa en su caída libre. En 2024, la ocupación hotelera apenas alcanzó el 30% y la afluencia de visitantes sigue en descenso. En los primeros dos meses de 2025, la llegada de turistas cayó un 30% respecto al mismo período del año anterior, golpeada por el desplome de los mercados Ruso y Canadiense.
La realidad es que la industria turística no genera riqueza para el país, ni mejora la vida de los cubanos. Es un mecanismo de extracción de dólares diseñado para perpetuar los privilegios de la élite castrista. Mientras ellos disfrutan de lujos y fortunas ocultas, la población enfrenta apagones interminables, hospitales sin medicinas y una inflación que devora los salarios.
La crisis cubana terminará cuando los recursos nacionales se destinen al desarrollo del país y no a enriquecer a un grupo de militares corruptos.
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